lunes, 3 de mayo de 2010

Más de lo mismo...

Ahora andan diciendo que se necesita un cambio... ahora vienen a decirme que ese cambio es una figura excéntrica que tildan de genio... ahora vienen con nuevos colores, afanes y consignas... ahora andan diciendo que el futuro importa... que el poder se está construyendo en la virtualidad del FB... estas y mil pendejadas vienen diciendo regocijados por la histeria colectiva, producto del recuerdo de las nalgas autoritarias...

Que vaina rara... esos que sólo veían noticias y se lamentaban, o ni siquiera las veían, hoy resultan disfrazarse de grandes analistas para pronosticar la hecatombe, así como lo hizo otro con anterioridad... ahora se trata de montar al diferente... al que se disfraza, pela la nalga y se sale de los chiros...

Que manía extraña esa de cruzarse de brazos y pensar que el compromiso con el país y el mundo es ir el domingo señalado a rayar un papel y meterlo en una urna... Que maldita manía la de echarle la culpa a otro y esperar que un tercero arregle los desmadres cometidos...

Que maña maldita la de exigir un compromiso con el país y las grandes causas... quién carajos le ha dado el poder a estos y a otros que usan distintos colores de juzgar a los que ya no son sus iguales, a los que se han encerrado en el mundo de su propia desgracia... los afortunados que centran sus esperanza en un orgasmo, una buena comida, una buena borrachera y algún extraño y egocéntrico proyecto que aún no cuaja.

Que error más grande entregarle el poder a otro para decidir por dónde encaminar las vidas de tantos desgraciados que temen enfrentar el destino inevitable.

Y se de consignas se trata:

Hay que quemar el mundo... borrar el pasado y salir del círculo vicioso...

Democracia te perdonamos por no saber nada de lo que tus tristes hijos bastardos hacen en tu miserable nombre...

Ciudadanos del mundo alabad vuestra imaginación castrada... que sea otro el que os eduque y señale el camino... no merecereís la gloria

domingo, 2 de mayo de 2010

Crítica sin crítica.

“hemos deseado instaurar un gobierno que sea superior en crueldad a todas las tiranías criminales…”
El mismo de siempre, El mismo de Nunca.



Al sentarme a escribir estas tonterías iluminadas por mi triste lámpara de mesa, una epifanía me ilumina la calva y se cuelga de mi barba y me digo: el futuro tiene cara de lata porque seguimos repitiendo el pasado que desconocemos.

Hemos involucionado 50 tristes años, y comenzamos a preocuparnos por el color de nuestra camisa, y no por el triste color gris de nuestra soledad, que nos hace votar por la mayoría, por la masa, por la aceptación…

Hace 50 años, las balas volaban y los palos golpeaban porque una camisa roja, o munas medias azules se asomaban temerariamente en las plazas públicas. Hoy creemos que avanzamos, porque ya sin armas más que la temida voz del vulgo arrumado e incoherente, somos capaces de sacar corriendo entre 70 u 80 pela-gatos a tres tristes tigres que vestidos de naranja intentaban comprar votos por un futuro que no existe, con el ritmo rimbombante de un acordeón y unos cueros que buscaban llamar la atención de un pueblo que no piensa sino en qué pasará cuando la guerra se acabe. ¡Compréndalo! En este país del sagrado corazón no hay guerra, por lo tanto nunca se va a acabar algo que no existe. Lo que hay es un problema de falta de cultura, y no precisamente de la que propone “el profe”, sino de la que nos hemos librado haciendo de los colegios y las universidades espacios donde la conversación más profunda es sobre el fútbol, las novelas, o los simpsons. (Atención, no niego la misión altamente importante de los tres, reniego de los que seguimos hablando de lo mismo, como yo.)

Es triste ver como el nuevo roji-azul limitante de-mentes es el verde. No se sorprenda pero es el momento de pensar, no de tragar cuentos propuestos. Y no hablo que la respuesta no sea Mockus, hablo de que la respuesta no es Nadie. Sólo usted, sólo yo, no hablemos de nosotros porque entre nosotros lo único que hemos aprendido es a señalarnos como estúpidos que no se dan cuenta que un dedo que apunta, es un fusil que no humea.

Por lo tanto, como todos sabemos, y lo queremos negar como ciegos, es que esto no va a cambiar. ¿O es que usted va a dejar de robarse la señal de internet de cuanto modem pueda? ¿O acaso va a dejar de pedir rebaja en los buses? ¿O va a desaprovechar el papayazo de un teléfono, portátil, reloj, o cualquier otro artículo de mediano lujo, que se encuentre por la calle y lo va a llevar al CAI más próximo con la esperanza de que se lo entreguen a un invisible dueño? No me haga reír, usted y yo somos lo mismo. Descendemos de los mismos bárbaros, de los mismos cavernícolas que se mataban por un poco de fuego.

Somos pecadores, y deberíamos aceptarlo para empezar a expiar nuestras tristes culpas. Aquí no necesitamos una cabeza que piense por todos, un mesías que venga y nos arregle los problemas como plomero que llamamos por teléfono. Aquí lo que necesitamos es que nos enseñen, y tener deseo de prender.

Por favor, si va a defender un candidato, que no sea porque está de moda, tómese el trabajo de leer por lo menos las propuestas, y ahí si diga que lo defiende. Si no, ¿cuál es el problema con seguir el régimen? Hace 4 años nadie se lo preguntó, y siguió. Hoy usted pregúnteselo y critíqueme si quiere, pero por favor, ¡regálese 5 minutos para pensar! Que no piensen por usted, no sea imbécil.


"Mockus saca a Santos de la Javeriana" (¿?)

El sexo asexuado

“Lo sexual, en cierto sentido, es apenas el telón que se levanta para iniciar un drama entre dos cuyo escenario es el mundo, cuya historia es el destino”.
Gonzalo.

De seres racionales, pasamos a ser seres sexuales. Y de seres sexuales, próximos a la divinidad, pasamos a adorar falsos falos de oro, tetas plásticas en las cuales laten corazones duros como monedas de cuero.

Se nos olvidó el significado de una caricia que despierte las más bajas sensaciones, pero las más altas retribuciones, y aprendimos a ocultarnos entre los amoldados cuerpos al estilo de Christian Dior para que no vean el duelo que sufrimos por perder la memoria.

De reconocer en la pareja el encuentro lujurioso de un poema que no sabemos escribir y el eterno papel de una piel que se amolde a nuestras vidas, convertimos la cama en una mesa, un escritorio, y en los casos más tristes, el campo de batalla de una guerra que nunca se inicia y nunca se termina, de silencios vacíos y respuestas monosilábicas.

Traficantes de nuestro propio cuerpo, el cual vendemos al peor postor, porque si fuera el mejor, nunca le pondríamos precio.

Orgullosos de nuestras aventuras sexuales, y del número de camas visitadas, nos hemos vuelto tan tristes como una lata de coca cola en la caneca de la cotidianidad. Don Juanes virtuales, que en vez de satisfacer un deseo, queremos romper un record, intentándonos sentir vivos con el cadáver del sexo pudriéndose a nuestro lado.

¡Oh, orgulloso sexo! ¿A dónde has huido? ¿No te diste cuenta que con tu partida dejaste hombres y mujeres miserables y llenos de desprecio?

Espero que las hojas de mi calendario me permitan ver tu retorno, al lugar donde perteneces. No entre billetes sucios y sudados, o entre la soledad y la fatiga, sino en los corazones, de donde saliste para comprar cigarrillos, pero lo único que volvió fue el humo de tu ausencia.